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Comentaba una nota del Diario Clarín en su edición digital del Lunes 11, que en los días previos del partido de Boca frente a Lanus se encontraron dentro del predio de Casa Amarilla cruces de sal y también, aunque esto es sólo un rumor, que además había dos sapos muertos en claros signos de haber recibido un “trabajito” de magia negra que atentaba contra el plantel xeneise.
Supercherías al margen, traté de enfocar la noticia por otro lado más rebuscado (como hago siempre) y eso me llevó a pensar en la persona que se tomó el trabajo de ir hasta la despensa a comprar varios kilos de sal, dirigirse luego hasta algún jardín ó predio natural (que en Buenos Aires no abundan) para conseguir los dos sapos y luego llegarse hasta el predio boquense, que no está muy de paso que digamos, para inmiscuirse disimuladamente en él y realizar el trabajito en cuestión en el mayor de los anonimatos y me dije: ¿cuántas cosas son capaces de hacer los hinchas para que gane su equipo ó simplemente para demostrar su pasión por él?
El vuelo mental que tomó mi reflexión me llevó a recordar algunos hechos que demuestran amor incondicional de personas hacia un club ó un jugador y una devoción tal que es digna de admirar como la Organización Canalla América Latina (O.C.A.L.) fundada por un grupo de hinchas de Rosario Central, en principio para “combatir” a sus enemigos de siempre, los Leprosos de Newells Old Boys. Originariamente creada con el nombre de Orcanización Canalla Anti Leprosa, esta agrupación se encarga de, entre otras cosas, hacer conocer el nombre de su equipo por donde sea y una vez al año conmemoran su día realizando un extraño ritual: en una cancha a designar (que puede ser el mismísimo Gigante de Arroyito ó cualquier campito) llevan a su máximo ídolo Aldo Pedro Poy, le hacen revivir un gol de palomita similar al que le convirtió alguna vez al eterno rival eliminándolo en semifinales de un Torneo Nacional, y se unen todos en un festejo, para dar paso al ágape de rigor.
Si de rituales hablamos, no podemos dejar de lado a aquellos ultra fanáticos que crearon la Iglesia Maradoniana, que festejan su Navidad el 30 de Octubre, ofician misas y hasta tienen su Biblia llamada “El Diego de la gente”. Como toda religión, ésta tuvo sus desvíos y competidores y por ello fue creada la Iglesia Bochinesca que tiene al gran Ricardo Enrique Bochini como ídolo y una un poco más bizarra pero no falta de devoción como la Iglesia Maxilopeziana, que cuenta un blog propio y con un poderoso ejército que lleva la palabra a quien quiera oírla como cruzados de estos tiempos.
No tan santas pero no por ellas faltas de pasión son las actitudes que llevan a los hinchas de Racing a unirse todos por una misma causa: tomar el taxi que maneja actualmente Omar Catalán que no es otro quien convirtió el gol que le permitió a los de La Academia conseguir la Supercopa de 1987 ó a aquél que un día tuvo que emprender un viaje justo cuando se disputaba un superclásico que terminó ganando River Plate y desde ese día repite esa salida a la ruta cada vez que se juega este tipo de partidos.
Pero sin duda alguna el premio mayor de sacrificio por un equipo se lo lleva ése hincha de Unión de Santa Fe que sintió el llamado de su vientre justo en el entretiempo de un partido que su equipo disputaba frente a Boca Juniors, que él escuchaba cómodamente sentado en el mejor sillón de su casa y que hasta ese momento perdía por 2-0. El comienzo de la segunda mitad del match lo encontró haciendo fuerza, y no precisamente por sus jugadores aunque éstos parecieron haber sentido el efecto del reparador descanso y en siete minutos empataron el partido. Demás está decir que ese señor, se quedó, radio portátil en mano, escuchando las contingencias de los segundos cuarenta y cinco minutos más el descuento, hasta la finalización, estoicamente sentado en ese lugar sagrado donde acude tanta gente.
¿Fanáticos? ¿Locos? ¿Exagerados? Nada de eso, simplemente sacrificados hinchas de fútbol que hacen que este deporte se haga cada vez más conocido y querido en todo el mundo.
Supercherías al margen, traté de enfocar la noticia por otro lado más rebuscado (como hago siempre) y eso me llevó a pensar en la persona que se tomó el trabajo de ir hasta la despensa a comprar varios kilos de sal, dirigirse luego hasta algún jardín ó predio natural (que en Buenos Aires no abundan) para conseguir los dos sapos y luego llegarse hasta el predio boquense, que no está muy de paso que digamos, para inmiscuirse disimuladamente en él y realizar el trabajito en cuestión en el mayor de los anonimatos y me dije: ¿cuántas cosas son capaces de hacer los hinchas para que gane su equipo ó simplemente para demostrar su pasión por él?
El vuelo mental que tomó mi reflexión me llevó a recordar algunos hechos que demuestran amor incondicional de personas hacia un club ó un jugador y una devoción tal que es digna de admirar como la Organización Canalla América Latina (O.C.A.L.) fundada por un grupo de hinchas de Rosario Central, en principio para “combatir” a sus enemigos de siempre, los Leprosos de Newells Old Boys. Originariamente creada con el nombre de Orcanización Canalla Anti Leprosa, esta agrupación se encarga de, entre otras cosas, hacer conocer el nombre de su equipo por donde sea y una vez al año conmemoran su día realizando un extraño ritual: en una cancha a designar (que puede ser el mismísimo Gigante de Arroyito ó cualquier campito) llevan a su máximo ídolo Aldo Pedro Poy, le hacen revivir un gol de palomita similar al que le convirtió alguna vez al eterno rival eliminándolo en semifinales de un Torneo Nacional, y se unen todos en un festejo, para dar paso al ágape de rigor.
Si de rituales hablamos, no podemos dejar de lado a aquellos ultra fanáticos que crearon la Iglesia Maradoniana, que festejan su Navidad el 30 de Octubre, ofician misas y hasta tienen su Biblia llamada “El Diego de la gente”. Como toda religión, ésta tuvo sus desvíos y competidores y por ello fue creada la Iglesia Bochinesca que tiene al gran Ricardo Enrique Bochini como ídolo y una un poco más bizarra pero no falta de devoción como la Iglesia Maxilopeziana, que cuenta un blog propio y con un poderoso ejército que lleva la palabra a quien quiera oírla como cruzados de estos tiempos.
No tan santas pero no por ellas faltas de pasión son las actitudes que llevan a los hinchas de Racing a unirse todos por una misma causa: tomar el taxi que maneja actualmente Omar Catalán que no es otro quien convirtió el gol que le permitió a los de La Academia conseguir la Supercopa de 1987 ó a aquél que un día tuvo que emprender un viaje justo cuando se disputaba un superclásico que terminó ganando River Plate y desde ese día repite esa salida a la ruta cada vez que se juega este tipo de partidos.
Pero sin duda alguna el premio mayor de sacrificio por un equipo se lo lleva ése hincha de Unión de Santa Fe que sintió el llamado de su vientre justo en el entretiempo de un partido que su equipo disputaba frente a Boca Juniors, que él escuchaba cómodamente sentado en el mejor sillón de su casa y que hasta ese momento perdía por 2-0. El comienzo de la segunda mitad del match lo encontró haciendo fuerza, y no precisamente por sus jugadores aunque éstos parecieron haber sentido el efecto del reparador descanso y en siete minutos empataron el partido. Demás está decir que ese señor, se quedó, radio portátil en mano, escuchando las contingencias de los segundos cuarenta y cinco minutos más el descuento, hasta la finalización, estoicamente sentado en ese lugar sagrado donde acude tanta gente.
¿Fanáticos? ¿Locos? ¿Exagerados? Nada de eso, simplemente sacrificados hinchas de fútbol que hacen que este deporte se haga cada vez más conocido y querido en todo el mundo.
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