PIDO GANCHO: DAVID TREZEGUET

Cuando David Trezeguet, hace algo mas de un año atrás, se retiraba del Estadio Monumental abatido, cabizbajo y mezclado entre tantos hinchas que, como él, acababan de presenciar el descenso de River, no imaginaba que tenía la llave para que ese mismo equipo recuperara su lugar en la élite. Pero así es la vida. Así es el fútbol. Así es la vida del fútbol.

La carrera de David Sergio Trezeguet fue algo mas extraña de lo que se ve habitualmente. Hijo de un futbolista argentino, el destino quiso que nazca en Francia el 15 de octubre de 1977, aunque pasó toda su niñez y adolescencia en Argentina, donde pudo mamar el fútbol tal como lo conocemos. Hizo inferiores en Platense y, con tan solo cinco partidos en Primera y 18 años de edad, partió al club Mónaco de su país natal, tentado por el mismo empresario que había ubicado a su padre en el fútbol galo.

En el equipo del Principado comenzó a destacarse con lo que mas sabía y sería su sello para siempre: el gol. Allí convirtió 52 tantos en 93 partidos, logrando un impresionante promedio, dos títulos locales y captando la atención del seleccionador frances, que lo convocó para ser parte del equipo mundialista, con el que sería campeón del mundo y de Europa.

En el año 2000 fue transferido a Juventus de Italia donde ganaría el reconocimiento y fama mundial al mantenerse por diez temporadas en la institución, sumando a su palmarés cinco campeonatos, siendo goleador del torneo en uno de ellos y conquistando en total 171 tantos en 320 partidos lo que da un promedio de mas de un gol cada dos juegos. Una bestialidad.

Ya en 2011 comenzó a sonar el nombre de David relacionándolo con River, pero los rumores se acallaron pronto ya que el jugador emigró hacia el fútbol español, al equipo de Hércules. Allí jugó una temporada, convirtió doce tantos pero no pudo terminar bien, debido a una lesión que lo aquejó y a que el equipo no pudo escapar al descenso. Al desvincularse de aquel club, recaló en el Baniyas de Emiratos Árabes pero esa experiencia fue, segun sus propias palabras, totalmente negativa debido a la poca pasión que demostraban los actores del fútbol en aquel país. Sus números lo demuestran: allí jugó solo dos partidos en cuatro meses.

Pero el destino, la vida, las causalidades ó esos designios ocultos que mueven los hilos del día a día, tenían reservada una instancia mas en la carrera de Trezeguet, se llamaba River Plate. Ambos se buscaron, se conocían, habían coqueteado alguna vez y de pronto la relación surgió. El jugador necesitaba al club del que fue hincha desde chico, ávido de pasión, de calor, de folclore; y el equipo necesitaba un delantero, un goleador, una punta de lanza. La historia es conocida: catorce goles en veintiun partidos fueron la marca de David vistiendo la banda roja en la B Nacional y logrando que el resultado de lo que ambos (club y jugador) buscaban sea aun mucho mas beneficioso: River consiguió un emblema y volver a Primera, David consiguió que lo idolatren y llevar al club de sus amores a recuperar el lugar perdido.

"Trezeguet tiene todo lo que un centrodelantero debe tener. Cuado él está en cancha, parece que el equipo jugara con uno mas". La definición la dijo Juan Román Riquelme, ídolo de Boca Juniors y grafica lo que es la pura realidad. Juego a un toque, velocidad mental y de resolución, panorama, frialdad para definir y gol son las cualidades de David pero muestran también el resultado de su contracción al trabajo, híper profesionalismo y dedicación que son otras características un poco mas ocultas del nuevo ídolo de los hinchas de River. 

Esos hinchas que hoy depositan todas sus esperanzas en David Trezeguet, confían en él y esperan que pueda guiarlos a recuperar la gloria perdida de varios años a esta parte. Mientras tanto el jugador, callado tal su costumbre, trabaja para el gol, confía y espera ser ese abanderado que enarbole la divisa blanca con la banda roja en lo mas alto y que este deporte al que él se brinda en un cien por ciento le guarde alguna sorpresa mas. Porque así es la vida. Porque así es el fútbol. Porque así es la vida del fútbol.