lunes, octubre 23, 2006

LA VIOLENCIA NOS GANÓ A TODOS

El día Viernes se conoció la noticia de la suspensión del partido de fútbol que debían disputar dos días después Racing Club y Boca Juniors debido a la negativa del Ministerio de Seguridad Bonaerense de prestar servicio policial para garantizar la seguridad de los asistentes a dicho evento. Esta política decisión se enfrentaba a otra tomada por el Juez de Lomas de Zamora en la que permitía a quince miembros de la barra brava de Boca de asistir al estadio a pesar de la prohibición que pesaba sobre ellos ante la facultad que tenía el club local de ejercer el “derecho de admisión”.

Una vez más la violencia le ganaba al fútbol ya que si bien esta vez no hubo actos de vandalismo, en la semana previa se habló más de este tema que de la actualidad de los propios equipos que iban a jugar el partido y la medida que adopta el Ministerio de Seguridad es sin dudas una clara jugada en contra de las “barras” y desató una seguidilla de polémicas, debates y declaraciones públicas por parte de los implicados (léase dirigentes, pseudos hinchas, autoridades políticas y policiales). Que si hacían bien, que si estaba mal, que por que no se puede preveer, que por que no se puede frenar la violencia y desterrar del fútbol a los oscuros personajes que la promueven eran algunas de las cuestiones que volvían a repetirse una vez mas.

La amarga y única respuesta a esos interrogantes es que la violencia nos ganó a todos. Y digo todos porque no sólo en el fútbol se ha instalado este fenómeno, si no que en todos los órdenes de la vida cotidiana tenemos ese maldito estigma:

Violencia es cuando el dueño de algún comercio hecha de mala manera a un niño que entra a mendigar y miramos para otro lado.

Violencia es cuando se insulta a alguien que maneja despacio un vehículo por la calle.

Violencia hay en las escuelas cuando los chicos felicitan a otro por su cumpleaños pegándole.

Violencia es cuando la madre apaña ó no reprende a su hijo que rompe cosas, miente, ó agrede a sus pares.

Violencia hay en las manifestaciones que cortan rutas y calles públicas, queman gomas y portones, no dejando pasar ni a los que allí transitan por trabajo.

Violencia es acarrear gente de todos lados para participar en manifestaciones que ni saben de que se tratan.

Violencia es la que aplica un cliente con su proveedor cuando le exige algo bajo amenaza de dejar de comprarle ó de acusarlo ante el dueño del lugar donde trabaja.

Violencia hay en la TV, en esos programas de asesinas que gustan tanto ó en los espectáculos de baile que marcan picos de raiting cuando discuten el participante con el jurado.

Violencia hay cuando es necesario gritar más que otro para hacer valer alguna idea.

Violencia es ver morir a más de cien jóvenes en un recital de rock, y que no haya culpables.

Violencia es que haya gente de más de treinta años que tengan dudas sobre su identidad.

Violencia es no aceptar las críticas y salir a despotricar contra los que las formulan.

Violencia es que grupos sindicales se peleen, quien sabe por que razón, a piedrazos, palazos y disparos y además, un día después quieran disimular como que no pasó nada.

Violencia es ver y leer como un concejal de la ciudad se toma a golpes de puño con un empleado para dirimir viejas y nuevas cuestiones.

Violencia es tener miedo a salir de noche, a tener que enrejar tu casa y conectarle sistemas de alarma para protegerla.

Y el fútbol ahí, en medio de todo como un ente más, atacado por esta enfermedad que se manifiesta con personas que hacen de la intimidación su negocio y su profesión disfrazándose de hinchas pero alquilándose al mejor postor, adueñándose del paraavalancha, de un sector de la tribuna, de las inmediaciones del estadio y luego del club mismo sintiéndose invencibles y apañados por dirigentes, del club y políticos, que ahora les temen y tratan de combatirlos pero que en su momento seguramente utilizaron para sus oscuros fines.

¿Y Rafaela? Ya sabemos que nuestra ciudad hace tiempo que dejó de ser “la isla” y por lo tanto la violencia también se manifiesta en sus estadios. Fuera de ellos, con el clásico “¿no tiene un peso pa´la entrada?” y el maltrato policial cuando hay mucha gente pugnando por entrar, con “El Día del Club” en las boleterías cuando hay algún partido importante, y ya dentro, con la pirotecnia en pleno Julio que te explota en los pies, con los insultos y objetos que salen de la popular hacia los protagonistas, con los escupitajos que salen de los plateistas hacia los jueces de línea, con gordos personajes sospechados de malversar fondos que llegan y se sientan como grandes señores mientras todos les palmean la espalda y le regalan la mejor sonrisa, con los concurrentes a los palcos que golpean carteles de chapa reclamando fallos a favor y con algún personaje que está visto como el jefe de la barra pero también actúa como dirigente.

Podemos atribuirle a la cada vez más mala o nula educación, a las crisis económicas nunca solucionadas y a los egoísmos personales la culpabilidad de que este cáncer de la sociedad llamado violencia se esté agrandando, pero el mismo no se solucionará con medidas implementadas únicamente por la policía ó el gobierno de turno. Entre todos, debemos llevar adelante un cambio de actitud, empezando por una revisión de conciencia de cada uno no sólo cuando asistimos a ver un partido de fútbol si no también en nuestras actitudes de la vida diaria y así empezar a dar vuelta un partido que estamos perdiendo por goleada.
Web Site Hit Counter Radio Shack