EL PUESTO DE LOS VALIENTES
Ser arquero en el fútbol no es cosa fácil. No señor.
El arquero no tiene consideración. Todos los que alguna vez jugamos sabemos que el puesto está reservado para aquellos que no les gusta ó no saben con la pelota en los pies y los demás lo confinan despiadadamente con un “vos andá al arco” para mantenerlo lo más alejado posible del juego.
El arquero está solo contra el mundo. Contra los rivales que no tendrán piedad en ajusticiarlo con fuertes y esquinados remates que, de atajarlos, le costarán más de un dolor ó quemazón en alguna parte de su cuerpo y si no lo detiene sufrirá el descontento y tal vez el reproche de sus mismos compañeros que le pedirán, implícita ó explícitamente, un esfuerzo mayor para la próxima. Y en el caso de los profesionales, también se enfrenta con la hinchada rival que a sus espaldas arrojará cualquier tipo de objeto contundente ó insulto para amedrentarlo y aguardará pacientemente cualquier error para mofarse de él durante el tiempo que reste del juego.
El arquero casi no tiene respaldo. A pesar de contar con sus defensores no tiene quien le cuide las espaldas. A diferencia de los otros jugadores, no tiene un wing que lo asista para hacer un gol como el centrodelantero, no tiene un volante central que le haga un relevo cuando se va al ataque como el “8”, ó no tiene un líbero que saldrá a cortar ante cualquier falla como los marcadores de punta. El arquero está ahí paradito haciendo equilibrio sobre línea de gol que deberá custodiar con su vida y detrás...el abismo al que caerá si se manda la más mínima macana.
El arquero no se luce. Porque no hace goles, y ni sale en la foto de los festejos. Porque usa ropa diferente, porque nadie lo aplaudirá si tira una gambeta, al contrario seguramente lo insultarán antes de pedirle que revolee la pelota lo más lejos posible, y porque si se manda una atajada espectacular, increíble, todos dirán: “que suerte tiene este tipo”.
Ser arquero en el fútbol no es cosa fácil. No señor. Pero me gustaría que a partir de hoy rescatemos su figura teniendo en cuenta la valentía de estos señores que le ponen el cuerpo y el alma al puesto más difícil, que se sacrifican por el equipo con el sólo hecho de ir a ocupar la valla resignando protagonismo, flashes, reconocimiento y lucimiento personal, para enterrar definitivamente la creencia que el arco es para los bobos y convencernos definitivamente que es un puesto que solo ocupan los valientes.
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