Cuando se habla del fenómeno mundial que es el fútbol, siempre se buscan las causas de éste y en ese aspecto yo tengo una teoría que dice que este deporte logró tanta popularidad, entre otras cosas, porque es muy fácil practicarlo ya que con una pelota y dos personas que tengan ganas, ya se arma un picadito.
Pero muy a mi pesar, hay una condición indispensable para practicar fútbol: indefectiblemente, se juegue donde se juegue, sean los que sean que tienen ganas, si o si, se necesita una pelota. Y a ustedes lectores adultos seguramente hoy les parecerá fácil conseguir un balón, comprándolo en cualquier comercio de venta de artículos deportivos, pero yo les propongo que se remonten a su niñez y recuerden lo difícil que era contar con ese elemento indispensable para la práctica del balonpié.
Es que cuando éramos niños no teníamos la independencia económica con la que contaba la gente mayor para adquirir cosas y dependíamos del poder adquisitivo de los padres que, con suerte, una vez al año en nombre de Papá Noel ó Los Reyes nos traían esos preciados paquetes de forma redonda. Y así es que por las calles y campitos de la ciudad podíamos ver y encontarnos con innumerable cantidad de balones de diversas características que paso a enumerar, por orden de calidad decreciente:
Pelota profesional: un objeto casi imposible de ver y conseguir que cuando, casi por casualidad, llegabas a encontrar en algun enfrentamiento contra extraños te hacía sentir como que estabas en la mismísima cancha de River, por más que en realidad te encuentres en un lote baldío. Yo tuve la suerte de tener un primo que le regalaron una "Adidas Jalisco", muy de moda luego del Mundial ´86, pero que usábamos solo en ocasiones especiales. Otras podrían ser la clásicas "Tango" ó más acá en el tiempo una "Etrusco", todos balones provistos por la marca de las tres tiras.
Pelota a Fetas: confeccionadas en cuero ó similar pero más populares que las profesionales, podían verse asiduamente por los campitos en sus cuatro versiones, la azul y amarilla para los de Boca, la blanca y roja para los de River, la negra y blanca unisex, y la más difícil de conseguir azul y roja para los de San Lorenzo. Si bien los de Racing e Independiente podían sentirse discriminados, lo importante era jugar al fútbol y esta pelota era bastante buena a pesar de que se ovalaba facilmente, que cuando se mojaba se ponía bastante pesada y que, además, se le movía la cámara produciendo problemas a la hora de inflarla ya que no se le encontraba el agujero correspondiente, corriendo el riesgo de pincharse.
Pelota de plástico: muy popular debido a su bajo costo y que presentaba diseño de todos los colores, este artículo era muy usado especialmente en el fútbol callejero ya que en un campito corría es riesgo de pincharse con alguna espina u objeto de punta aguda que ande dando vueltas por ahí. Además de que el viento la movía fácilemente por su bajo peso, si tenías la mala suerte de que se pinche, la pelota podía seguir usándose pero no picaba más y se abollaba si le pegabas fuerte.
Pelota de goma: también un artículo popular, como la anterior, pero que garantizaba un mejor pique, mayor resistencia al viento y algo más de durabilidad. El problema era que "quemaba" si te pegaba en el cuerpo y que cuando se le hacía un agujerito, enseguida se habría como una toronja.
Hasta aquí todo bien, pero había veces que había que jugar al fútbol y no se conseguía por ningún lado una pelota para realizar la actividad. Por ello el ingenio popular argentino ofrecía soluciones alternativas para capear la situación, como la utilización de una pelota pinchada que servía para calmar la ansiedad; ó una de básquet, que con su relieve le rompía las manos al arquero; ó de vóley que era muy liviana y permitía el lucimiento personal; ó de tenis, que te garantizaba un partido con muchos goles; ó la de trapo hecha con medias y pedazos de remeras viejas (mi primo, el del Jalisco, era experto); ó los casos extremos donde no se permitía una pelota como en la escuela primaria, donde en los recreos aprovechábamos el patio de baldosas deslizables y, a escondidas de las maestras, jugábamos con un pedazo de madera (ahí le decíamos jugar "a la maderita"). Y hay más aun: en alguna fiesta de club, donde se tomaba una bolsa de polietileno que alguien había llevado para trasladar la vajilla, se la llenaba de papeles, hojas secas y basura liviana, se le daba forma más o menos redonda y se procedía a jugar con dos pulloveres ó botellas vacías como arco, mientras los mayores gastaban tacos en la pista de baile.
Pelotas chicas, pelotas grandes, decía la vieja publicidad radial y ella, la redonda, la globa, el útil, el balón, ó como quiera que le digan siempre estuvo como parte fundamental del fútbol como juego, deporte y profesión, hasta tomado prestado su nombre para algunos. Y para nosotros, los del tablón, que mamamos el fútbol desde la cuna, fue la que nos desvelaba por las ganas de tenerla y que hoy todavía lo hace con sus caprichos y mandamientos, tal como lo hace una verdadera reina.