CORTITO Y AL PIÉ V
LA LLAMADA
El problema era grave. El paciente no se había equivocado.
Recostado en la camilla de la sala de emergencias de una clínica, un hombre estaba casi inmóvil por orden del médico que lo revisaba. Con rostros serios, voces preocupadas y miradas adustas, ellos mantenían el diálogo de rigor correspondiente a un chequeo médico que todavía no entregaba respuestas a los dolores del paciente que cada vez estaba más preocupado por la situación, aunque también un poco avergonzado y molesto por tener que acudir a los servicios de un gran profesional, que a pesar de ser su amigo, seguramente tenía enfermos muchos más complicados para atender.
De pronto, el sonido de un teléfono celular cortó el diálogo aunque el doctor decidió no atender para poder seguir con su rutina. No más de un minuto después, nuevamente el celular sonaba con ese sonido tan serio como el dueño. El paciente, conciente de su no tan delicada situación, lo arenga a que atienda pensando que seguramente sería alguien con una complicación mayor, o peor aún, con riesgo de muerte.
El galeno desenfunda su teléfono como un cowboy en un duelo, agudiza la vista para leer la pantalla que le indicaba el nombre del que lo llamaba y con vos gruesa y seria responde: -Ramiro, como te va. A continuación, su rostro se puso más serio aun y se tomó la cabeza con la mano que le quedaba libre. Lo que oía del otro lado, no era para nada bueno y su paciente, todavía recostado y mirándolo desde la camilla, temió lo peor. “Se ve que no me equivoqué”, pensó; y siguió con su monólogo mental: “Por la cara que puso, capaz que lo llamó alguien en muy grave estado ó directamente para informarle el deceso de alguien, bah, lo que sea que fuere se ve que es gravísimo”.
El médico solo dijo una frase más antes de cortar la comunicación: “Bueno, yo me arreglo” y para el tercero que escuchaba recostado, la situación seguía siendo inentendible. El doctor guardó su teléfono, tomó nuevamente su estetoscopio para continuar con el chequeo y lo miró a su amigo con cara de preocupado. "¿Algún problema?" Éste le preguntó. "Si necesitas irte, llamamos a otro médico para que me revise", agregó. Se hizo un silencio casi eterno, segundos después, el médico tomó del hombro a su amigo y con gesto consternado, como el que va a dar la peor de las noticias explicó: - Vos me vas a entender, ¿No conocés a alguien que sepa atajar? Me avisó el arquero que mañana no puede ir a jugar.
De pronto, el sonido de un teléfono celular cortó el diálogo aunque el doctor decidió no atender para poder seguir con su rutina. No más de un minuto después, nuevamente el celular sonaba con ese sonido tan serio como el dueño. El paciente, conciente de su no tan delicada situación, lo arenga a que atienda pensando que seguramente sería alguien con una complicación mayor, o peor aún, con riesgo de muerte.
El galeno desenfunda su teléfono como un cowboy en un duelo, agudiza la vista para leer la pantalla que le indicaba el nombre del que lo llamaba y con vos gruesa y seria responde: -Ramiro, como te va. A continuación, su rostro se puso más serio aun y se tomó la cabeza con la mano que le quedaba libre. Lo que oía del otro lado, no era para nada bueno y su paciente, todavía recostado y mirándolo desde la camilla, temió lo peor. “Se ve que no me equivoqué”, pensó; y siguió con su monólogo mental: “Por la cara que puso, capaz que lo llamó alguien en muy grave estado ó directamente para informarle el deceso de alguien, bah, lo que sea que fuere se ve que es gravísimo”.
El médico solo dijo una frase más antes de cortar la comunicación: “Bueno, yo me arreglo” y para el tercero que escuchaba recostado, la situación seguía siendo inentendible. El doctor guardó su teléfono, tomó nuevamente su estetoscopio para continuar con el chequeo y lo miró a su amigo con cara de preocupado. "¿Algún problema?" Éste le preguntó. "Si necesitas irte, llamamos a otro médico para que me revise", agregó. Se hizo un silencio casi eterno, segundos después, el médico tomó del hombro a su amigo y con gesto consternado, como el que va a dar la peor de las noticias explicó: - Vos me vas a entender, ¿No conocés a alguien que sepa atajar? Me avisó el arquero que mañana no puede ir a jugar.
El problema era grave. El paciente no se había equivocado.
Etiquetas: Relatos
3 Comments:
CUANDO COMENCE A LEER SU RELATO CREI QUE SE TRATABA DE UNA ANECDOTA QUE TUVE RECIENTEMENTE EN LA CAMILLA DEL SR. ANONIMASSO.GRACIAS DOCTOR POR SU RESERVA.
Es que uno respeta ¿vió? Quedaba feo hablar de un otrora romperedes que ahora rompe camillas...entonces mejor me decidí por otra anécdota del estimado galeno.
Pero mejor no sigamos sacando los trapitos al sol que parecemos el plantel de Boca...
"sonido serio como el dueño"... jajajaa. que mordaz.
antes los asistía en la cancha y ahora tengo que asistirlos en el consultorio..
esto es muy difícil para mí..
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