A los que nos gusta el fútbol hay una sola cosa que nos resulta mejor que verlo: jugarlo. Y a todos los varones desde chicos seguramente alguna vez nos pusieron a patear una pelota; a algunos no les gustó y desecharon este deporte para siempre y otros sencillamente quedamos “enamorados” de esta actividad y cada vez que podemos vamos a jugar al fútbol.
Desde mi infancia siempre jugué al fútbol como cualquiera de ustedes. Conciente de mis claras limitaciones siempre tuve la certeza de que yo nunca sería jugador profesional, ni que podría hacerlo en ningún equipo infantil de cualquier club, pero nadie me sacaba las ganas de jugar. Acompañado por dos primos de mi edad, Eduardo y Alejandro, corrí tras una pelota (que podía ser de cuero, de plástico ó de trapos) por gran cantidad de lugares: la calle con poco tránsito donde se ubicaba mi casa, por los campitos que había cerca y
de los cuales alguna vez hablé, por los canteros que estaban (y están todavía) emplazados en el boulevar donde vivían mis primos y algunos lugares más.
Ya en la adolescencia, el jugar al fútbol se fue tornando algo más ordenado, tanto en el juego mismo como en la organización de los partidos. Lamentablemente, por razones de diferencia de horarios en el colegio, ya no jugaba con mis primos a quienes no veía tanto, pero si con mis compañeros de escuela. Éramos un equipo medio pelo para abajo, pero nos divertíamos mucho cuando íbamos a jugar ya sea entre nosotros ó cuando organizábamos algún partido contra otros pibes de la edad. Años más tarde, ya veinteañero y con el equipo escolar desmembrado, me dediqué al “Fútbol 5”, un engendro típico de estos años en los que nos falta tiempo para la diversión, junto a compañeros de trabajo y otras amistades.
Hoy con 33 almanaques de edad, y luego de un parate de algunos años, volví a jugar al fútbol. No lo hago con la asiduidad que lo hacía anteriormente pero los sábados cada vez que puedo digo presente en un equipo en el cual también juegan aquellos dos primos – amigos de la infancia y quienes también son lectores del blog. Días pasados uno de ellos, Eduardo, me invitaba a participar de un partido (como hace siempre a pesar de mis continuas complicaciones para asistir) y de paso me alentaba a “escribir algo sobre el fútbol de los sábados” a lo que yo respondí que tenía ganas de hacerlo pero que la idea no había tomado forma en mi cabeza y no estaba lista para salir “a luz”. Pero, luego del último partido al que asistí, y tras la tercera interrupción del juego debido a que el hijo de cuatro años de edad de nuestro arquero se metía adentro de la cancha a jugar, me di cuenta como van cambiando las cosas para los jugadores amateurs a medida que pasan los años y por ello hoy les traigo las diferencias en diez puntos esenciales, para que lean, piensen, reflexionen y larguen un lagrimón:
JUGAR AL FÚTBOL PARA UN NIÑO, UN ADOLESCENTE, UN VEINTEAÑERO Y UN TREINTAÑERO COMO YO:
*El Lugar:
Niño: La calle, una vereda, un cantero...donde sea
Adolescente: un campito, ó “potrero” con dos buzos como arco
Veinteañero: una cancha semi profesional
Treiteañero: Una cancha no tan grande para no tener que correr tanto.
*Horario:
Niño: cualquiera fuera del horario escolar
Adolescente: A la tarde después de la siesta
Veinteañero: a la siesta, así después me voy de mi novia
Treintañero: A la siesta, antes de que se despierten mis hijos porque después los tengo que llevar a un cumpleaños.
*Los equipos:
Niño: los de River contra los de Boca
Adolescente: los de un curso contra otro
Veiteañero: los de una barra contra otra barra
Treitañero: Solteros contra casados.
*Duración del partido:
Niño: Hasta que nos llamen a tomar la leche
Adolescente: a 12 goles
Veinteañero: dos tiempos 45 minutos cada uno
Treitañero: Hasta que nos cansemos...1/2 horita...no más por favor
*Vestimenta:
Niño: un buzo, casual
Adolescente: un short y una remera
Veinteañero: el equipo de su cuadro favorito o de un club europeo
Treintañero: Un buzo que arruinó la última vez que pintó en la casa y que ya le queda corto en la panza.
*Tácticas:
Niño: todos atrás de la pelota
Adolescente: 11 jugadores que corren toda la cancha
Veiteañeros: hoy utilizan un ordenado 4-4-2
Trinteañeros: 2 defensores y 8 más
*Post partido:
Niño: se van a tomar la leche
Adolescente: se van a tomar una Coca
Veinteañero: se toman unas cervezas
Treintañeros: toman aire y se las toman enseguida.
*Excusas para jugar:
Niño: festejamos mi cumpleaños y jugamos un partido
Adolescente: Hacemos un picnic y jugamos un picadito
Veiteañero: Hacemos un asado y mientras tanto jugamos un picado
Treintañero: Hacemos un asado y mientras tanto nos comemos una picada mirando un partido por TV
*Motivos para faltar:
Niño: enfermedad
Adolescente: no hay excusa
Veiteañero: tampoco
Treintañero: el laburo, los chicos, un viaje...de todo menos la señora (el orgullo ante todo)
*Al otro día del match:
Niño: ¿Hoy jugamos de nuevo?
Adolescente: ¿Cuándo jugamos de nuevo?
Veinteañero: Nos vemos el próximo sábado para la revancha
Treinteañero: ¡¡Un kinesiólogo por favor!!
Así están las cosas hoy para quien esto escribe. El fútbol fue, es y será parte de mi vida y mientras pueda entrar decentemente adentro de una cancha aunque sea para recibir la pelota y tocársela a un compañero y tal vez intentar un remate al arco, allí estaré. Adentro de una cancha, vuelvo a ser el pibe de pocas condiciones, el adolescente que entregaba todo de sí y el veinteañero calentón que no quería perder, todo junto adentro de un cuerpo de casi 34 años con kilos de más. Porque cuando veo venir esa linda pelota número cinco, me parece estar recibiendo aquélla hecha con medias que fabricaba mi primo Alejandro; ó cuando alguien me pega un grito porque estoy desacomodado en mi puesto, me parece oír el reto de mi amigo el “Negro” de la secundaria; y cuando corro y no llego, añoro esa canchita de fútbol 5 que transitaba algunos años atrás.